PEC ARTE CLÁSICO. Calificación 8
Comentario de texto y selección de dos imágenes.
"El dolor puesto de manifiesto en todos los músculos y tendones del cuerpo y que casi cree experimentar uno mismo, enteramente solo, ante el abdomen contraído de dolor, sin ver el rostro ni otras partes; ese dolor, digo, no se exterioriza, sin embargo, en rabia, ni en el rostro ni en la posición entera. No da gritos horribles, como canta Virgilio de su Laocoonte; la abertura de su boca no lo permite. Se trata más bien de un suspiro angustioso y sofocado, como lo describe Sadoleto. El dolor del cuerpo y la grandeza del alma están repartidos con igual fuerza y como equilibrados por toda la estructura de la figura. Laocoonte sufre, pero lo hace como el Filóctetes de Sófocles: su aflicción llega hasta nuestra alma, pero desearíamos, igual que se gran hombre, ser capaces de soportarla."
(Herder, J. G., "Kritische Wälder", en Werke, ed. M Bollach, vol 2, DEutschen Klassiker Verlag, 1997; pp. 68-69)
El Laocoonte y sus hijos (Rodas, c, 150 a.C.), (Fig. 1), es una copia de un original griego. A través de la descripción que realiza Plinio el Viejo, sabemos que gozó de buenas críticas y conocemos a los escultores, Polidoro, Atenodoro y Hagesandro. El emperador Tito la tuvo en su casa considerándola una de las mejores piezas hasta la fecha. En el siglo V d. C., ante la inminente invasión germana, fue escondida para evitar su destrucción. Tanto en la época en la que fue realizada, como en las posteriores, causó gran admiración su extremo dramatismo y la trágica expresividad de los rostros de un padre doliente junto a sus hijos, que luchan en vano contra el destino mortal impuesto por los dioses.
Siguiendo con la descripción de las emociones que desarrolla J.G. Herder, se analizará a continuación la expresión de los sentimientos en la escultura griega, refiriéndonos a las obras del Laocoonte y sus hijos (Fig. 1) y de El suplicio de Marsias (Fig. 2). Estos grupos escultóricos despertarán en el espectador, lo que Herder llama einfühlung o el método empático. Esta empatía será indispensable para poder sentir lo mismo que se observa en estas esculturas. Los sentimientos más comunes serán de temor, horror, dolor, soledad e impotencia. Así pues, partiendo de la comprensión y reconocimiento de nuestras emociones podremos conectar con las del otro.
La transmisión de emociones y sentimientos a través de la escultura griega fue evolucionando a través de los distintos periodos artísticos. La rigidez, y casi inexpresividad de los kouroi y las korai de la época arcaica (700-480 a.C.), irá evolucionando hacia esculturas más dinámicas. A mediados del siglo V a.C. Policleto pondrá en práctica la teoría de su obra Kanon, como se observa en el Doríforo de proporciones matemáticas. Esta escultura equilibrada con un movimiento sutil y armónico dista mucho de las contorsiones de los cuerpos de Laocoonte y sus hijos (Fig. 1) y de la tirantez del cuerpo representada en El suplicio de Marsias (Fig. 2). En el periodo clásico (480-323 a.C.), la sonrisa arcaica evoluciona hacia una expresividad algo más humana. Pero será en la época helenística (323-331 a.C.) donde se refleja un dominio de las representaciones realistas. La creatividad artística será una marca distintiva de este periodo a la hora de expresar y transmitir las emociones. El realismo de este periodo hace comprender al espectador lo que observa, conectando y sintiendo lo mismo que experimentan las figuras representadas.
Las obras de Laocoonte y sus hijos y de Marsias, son dos ejemplos de lo que se conoce como el barroquismo pergamiano del periodo helenístico. El patetismo de las figuras facilitan que el espectador se sienta identificado y que empatice con ellas. En aquella época, la compasión hacia los protagonistas de estas escenas, junto con la angustia y el temor, tenían una función didáctica. Una labor pedagógica, que advertía del castigo, si se actuaba guiado por las pasiones humanas. Hay un gran número de obras de tradición tardo helenística que reflejan un interés general, por comunicar un sentido ético a través de una determinada estética. El suplicio de Marsias (Fig. 2), y Laocoonte y sus hijos (Fig. 1) tienen un mensaje moral claro, el castigo será inevitable para quien desafíe a los dioses o para quien sucumba a sus deseos humanos.
A través de la representación de estas escenas se pretende conectar con el espectador de diferentes maneras. Por un lado, Marsias aparece desnudo con una musculatura tensa que no parece mostrar resistencia al inminente castigo. Las manos están atadas al árbol y el gesto de su rostro es de rendición y vulnerabilidad. Y por otro lado, tanto el Laocoonte como sus hijos muestran una clara y violenta resistencia al castigo impuesto. De una forma u otra, sea cual sea el momento representado, se muestre resistencia o rendición, será inevitable no solidarizarse o mostrar compasión por los protagonistas de las escenas.
La interpretación tradicional de las emociones en el mundo griego, asocia el dolor y el miedo al mal. Lo racional (logismos) se relaciona con lo divino, y el placer (thymos) a lo humano, a los instintos irracionales y pasionales que muestran la debilidad de los mortales. Aristóteles (IV a. C.) en su obra la Retórica, partiendo de esta premisa expone dos vías de persuasión, a través de la ethike o la moral del orador o de la pathetike o la emoción que despierta en el espectador. Para este filósofo el arte o techné es una disciplina, en tanto en cuanto es una sistematización de técnicas, cuya única utilidad es el placer que provoca. La tragedia despertará el miedo o la compasión y la comedia la risa o la burla. Así pues, se transmite un mensaje moral al público a través de esos sentimientos empáticos que conectan con la obra, el teatro, la escultura o las imágenes representadas. Se podría decir, que a través de las escenas de Laocoonte y de Marsias se pretende persuadir al espectador, a través de la emoción o el patetismo, pero también a través de lo moral y lo ético. Cleantes, de la escuela estoica, fue uno de los primeros que dieron un significado alegórico a las representaciones mitológicas y las claras advertencias de las conductas regidas por las pasiones y el deseo. No se sabe con certeza hasta qué punto pudo influir el pensamiento estoico en el arte del siglo II a. C., pero si es cierto que a partir de finales del siglo IV a. C. los artistas eran más cultos, por lo que las obras literarias pudieron haber influido en sus creaciones.
En periodos anteriores, también hubo representaciones realistas de escenas mitológicas, que serán la base e inspiración de obras de periodos posteriores. La Gigantomaquia es sin duda uno de los grandes temas iconográficos clásicos, la lucha entre los dioses y los Gigantes, que está representada en el Altar de Zeus en Pérgamo (181-159 a.C.). Las composiciones de la Gigantomaquia y de Laocoonte, están dotadas de gran expresividad y dinamismo. El gesto de uno de los Gigantes abatidos por la diosa Atenea, comunica la misma impotencia de luchar contra los todopoderosos dioses, que también se percibe en el rostro de Laocoonte, que intenta, sin éxito, evitar la mordedura mortal de las serpientes. Las figuras de estos reptiles aparecen enrolladas en alguno de los Gigantes, que recuerdan al entrelazado que forjan entre el Laocoonte y sus hijos (Fig. 1).
Para concluir, podemos decir, que el arte y su estética es el resultado de un periodo concreto, de un contexto determinado por una cultura particular y que cada individuo lo experimenta de diversas formas. Existen formas de expresar sentimientos que perduran en el tiempo. A pesar de los siglos que nos distan del periodo helenístico, la contemplación de Laocoonte y sus hijos, nos conmociona y se nos hace bella aunque represente una acción cruel y violenta. Solamente a través del arte, el mito Laocoonte y de Marsias, puede reproducir la trágica estética del dolor y el sufrimiento, que permanece de manera infinita. En Laocoonte, observamos que algo breve e inminente, que es el mismo acto de morir, parece una acción sin fin, donde nunca acaba la agonía de un padre sufriente y sus hijos. Por otro lado, Marsias permanece agonizando en soledad sin resistencia, en un escenario trágicamente eterno.
Figura 1. Laocoonte y sus hijos ( II a.C), por Polidoro, Atenodoro y Hagesandro, conservada en los Museos Vaticanos.
Fig. 2 Marsias ( II a.C), conservada en el Museo del Louvre.
https://collections.louvre.fr/en/ark:/53355/cl010278846
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WEBGRAFÍA
Museo del Louvre (25 de Abril de 2021)
Museos Vaticanos (25 de Abril de 2021)
https://www.museivaticani.va/content/museivaticani/es.html
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