Sargón de Akkad I
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La cabeza realizada en bronce (2300-2200 a.C), posiblemente de Sargón I de Akkad, fue hallada en Nínive durante la primera mitad del siglo XX, representa la imagen de uno de los soberanos más poderosos de la Historia Antigua de Oriente Próximo. Por medio de la creación de este tipo de imágenes, se pretendía realizar una acción propagandística y consolidar el ascenso al trono del rey, especialmente si había sido una usurpación, Sargón se traduciría como “el rey legítimo”. Esta imagen del rey pretendía transmitir un mensaje eficaz y positivo que le asegurara el poder y fortaleciera la monarquía y sus políticas, estableciendo así, un nuevo prototipo real en el imaginario colectivo. La figura épica de Sargón sobrevivirá al paso de la historia, la “Leyenda de Sargón” se divulgará, no sólo a través de la transmisión oral, sino que también existen numerosas tablillas de arcilla. Estas narraciones son literatura de ficción, donde se mezclan personajes y lugares históricos reales, con personajes míticos y divinos.
Para poder entender el protagonismo de Sargón I de Akkad (2335-2279 a.C), es importante contextualizar el momento histórico previo al establecimiento del llamado Imperio acadio. A finales del IV milenio antes de nuestra era, las primeras civilizaciones en torno a la llanura mesopotámica, empiezan a organizarse en ciudades debido a diferentes factores sociopolíticos, económicos y el aumento de la población. Existe una gran rivalidad entre estas ciudades que se disputan el control de las rutas comerciales, el acceso a los recursos y prestigio de los reyes. Además, en estas sociedades urbanas se va a consolidar una estructura jerárquica basada en la estratificación y especialización del trabajo, afectando al sistema de producción y distribución de recursos, donde un grupo minoritario ostentará el poder y las riquezas. Es importante, no olvidar el gran número de grupos etnolingüísticos que formaban la civilización próximo-oriental y las consecuentes dificultades de comunicación. En este momento se irá estableciendo la figura del intérprete, así como será el acadio la lengua franca y diplomática.
La Historia comienza con la civilización sumeria y el legado de tablillas arcillas con escritura cuneiforme que ha permanecido a lo largo del tiempo, como testimonio de la organización política y social de estos pueblos. Ebla se consolida como una poderosa ciudad-estado, controlando tributos y rutas comerciales, incluso de territorios pertenecientes a otras ciudades-estado, provocando hostilidades principalmente entre Karkemish y Mari. El conocido como Imperio Ebla afianza la separación entre palacio y templo. La economía se basará principalmente en actividades agropecuarias y en el comercio de metales y textiles. El poder del rey es temporal y en torno a él se crea una red administrativa de funcionarios.
Los numerosos enfrentamientos entre estas ciudades-estados y la sustitución de la figura del rey por los shakkanakku va a suponer el fin de la hegemonía de Ebla y facilitará el avance del primer Imperio mesopotámico, el Imperio acadio. En torno a la figura de Sargón I de Akkad, hay algunas fuentes, que afirman que siendo copero del rey Ur-Zababa, usurpó el trono, inaugurando así, una nueva dinastía. La capital del imperio será la ciudad de Akkad y Sargón se apropiará del título de “rey Kish” y de “rey de Akkad”, para legitimar su ascenso al poder. Entre las hazañas realizadas durante su reinado, destacan las expediciones militares que unificaron la política de la Baja Mesopotamia. El proceso de secularización del poder político, iniciado ya en el periodo Protodinástico, va a llegar a su momento más álgido consolidando el sistema monárquico y la formación de una administración que aumentará el número de funcionarios en el palacio. Además, el proyecto imperialista de Sargón I establece un fuerte control fiscal y de recaudación de tributos, que serán claves para su política expansionista.
En materia religiosa, se apela a que los dioses son los que conceden la victorias militares y se aboga por un sincretismo de divinades sumerias y acadias, como ocurre en el nombramiento como gran sacerdotisa de Enkheduanna (2280-2250 a.C), hija de Sargón I, fusionando a las diosas, Inanna sumeria y la semítica Ishtar. A partir de este momento se empezará a nombrar como gran sacerdotisa a las princesas reales, extendiéndose está práctica hasta el siglo VI a.C.
Del reinado de Sargón I de Akkad, es remarcable su estrategia militar, basada en movimientos rápidos de las tropas y que le valdrá numerosas victorias, ampliando sus fronteras hasta llegar, incluso, a regiones extra-mesopotámicas, como Elam y Subartu. La guerra será un factor importante para legitimar el poder, reforzar la unidad y la creación de una identidad colectiva. El Imperio acadio establece las bases de una política centralizada, unificando Sumer y Acad. El control político estará principalmente en el centro del Imperio, en los territorios centrales flanqueados por el Eufrates y el Tigris. El gobierno de algunos de los territorios que se iban conquistando, se limitaba exclusivamente a un control comercial. Se fortalecieron los enclaves estratégicos de las rutas comerciales más importantes, para poder asegurar el acceso y control de los recursos materiales, como piedra, metales y madera, pero esta centralización del poder tendrá consecuencias negativas en la periferia y la formación de fronteras débiles.
Los sucesores de Sargón I, sus hijos Rimush (2278-2270 a. C) y Manishtusu (2269-2255 a.C) tuvieron que enfrentarse a las rebeliones en las regiones de Elam y Subartu. Ambos continuarán con una política expansionista, Manishtusu estará interesado en el comercio en la meseta Irani, llegando a alcanzar las minas de plata y la montaña negra (diorita) en las regiones de Anshany y Shirihum. La política de reconquistas de su nieto Naram-Sin (2254-2218 a.C.) es interpretada como la culminación de la obra iniciada por su abuelo Sargón I, llevando al imperio a su máxima expansión territorial, “de mar a mar” incluyendo nuevos territorios, además de los reconquistados .
En la Maldición de Akkad, se recoge el malestar en la clase sacerdotal y burócrata causado por Naram-Sin, con la autodivinización del rey, provocando la desestabilización del imperio y su caída. Los sucesores de Naram-Sin se enfrentaron a las coaliciones de ciudades-estados, siendo el rey Shu-Durul (2168-2154 a.C) el último rey poniendo fin a la dinastía sargónida, después de casi dos siglos desde su llegada al poder. El Imperio acadio será devastado, saqueado y ocupado por los invasores qutu, quienes serán expulsados por el rey de Uruk hacia el año 2120 a.C.
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